viernes, 5 de febrero de 2010

Las siete últimas palabras, de Haydn


Hace mucho tiempo, cuando Haydn estaba vivo, era un tipo famoso en el mundo entero. Ya lo comenté en este blog cuando hablé de la sinfonía nº 45. Resulta curioso que, siendo un compositor que vivía prácticamente aislado fuera tan famoso. El caso es que en 1786, cuando Haydn tenía 54 años, un sacerdote mexicano que trabajaba en la catedral de Cádiz, Don José Sáenz, Marqués de Valde-Íñigo le encargó esta pieza. La idea era acompañar el sermón de las siete últimas palabras de Cristo que se hacía al final de la cuaresma. Es curioso, porque parece ser que las siete últimas palabras no eran en realidad siete palabras, sino siete frases enteras. No sé por qué les llamaron siete palabras, quizá para atraer a los fieles, como cuando alguien te pide un minuto y luego quería decir 5.

- Quédate, si son sólo siete palabras de nada...

El caso es que Haydn hizo siete sonatas monotemáticas, con una introducción y un terremoto final (haciendo una especie de alegoría a la muerte)

Cádiz es una ciudad que a mí me gusta mucho. Cuando encuentro un hueco me gusta ir allí. Se respira una paz distinta, tiene una luz especial y la gente siempre está de buen humor. De hecho tengo buenos recuerdos de la ciudad, compositivamente me ha tratado bien, he estrenado bastante música en cádiz e incluso estuve trabajando allí un par de meses que fueron buenos sin duda (salvo por las dos multas de aparcamiento que me cascaron, claro). Además, en Cádiz nació este blog.

Una de las veces que fui a Cádiz me acerqué a la catedral para ver la tumba de Falla y bueno, para ver la catedral en sí. Me llamó mucho la atención que tuvieran la partitura original de estas siete últimas palabras, manuscrita, en versión para piano, pero no tuvieran la versión orquestal. Me llamó tanto la atención que pregunté un poco por allí y me contaron una historia realmente extravagante. No sé si será verdad, tiene bastante de leyenda urbana, pero yo os la cuento y así llenamos el post de hoy.

Me contaron que en efecto, Haydn escribió la partitura original para la catedral de Cádiz y esta partitura se quedó en los archivos de la catedral. ¿Qué pasó? Que muchos años después, la catedral tuvo que hacer unas obras de acondicionamiento. Claro, es normal que el edificio se estroperara un poquito. Los materiales que tenían guardados tuvieron que distribuirlos por los edificios cercanos, y todas las partituras fueron a parar a la biblioteca de un instituto. El instituto, que no debía tener mucho espacio como todos los institutos, decidió dejárselas a un convento cercano en custodia. Y se quedaron en el convento. Pero claro, las obras se demoraron un año, y otro, y otro más, y al final pasó como con todas las obras del mundo, que lo que iban a ser 8 meses se convirtió en 8 décadas. Seguramente el convento cambió de generación y nadie se acordaba de las partituras de Haydn. (También había otras músicas importantes, algo de Palestrina me contaron y todos los encargos de la catedral de Cádiz). El caso es que llegó el tiempo de vacas flacas, (no esta crisis en la que estamos, sino otra anterior) y a las monjas que vivían en el convento, que no recordaban muy bien de quien eran esas partituras se les ocurrió hacer lámparas a mano usando el papel amarillento de las partituras antiguas como pantalla. Debió de quedar muy bonito. Tampoco se les puede culpar a las muchachas de destruir un patrimonio histórico si no se les avisa antes de que lo que tienen en sus manos es un patrimonio histórico. Y claro, montaron un mercadillo y vendieron las lámparas y la partitura original de "Las siete últimas palabras" se perdió para siempre.

¿Leyenda urbana? Seguramente. Pero por si acaso, si encontráis una lampara con forma de partitura, mirad bien. Podría valer millones.


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